Los niños del futuro ya no nacerán con un pan debajo del brazo, sino con un portafolio con el que justificar su experiencia durante los 9 meses que hayan pasado en el vientre de su mamá. Y es que en efecto, una de las palabritas mágicas y más repetidas del sector empresarial hoy en día es el término “experiencia”. Con ella, justifican todas las cosas que vayan a poder perjudicarte: si no te pagan es porque el trabajo te sirve para adquirir experiencia; si no te contratan o te despiden es porque te falta experiencia; si no te dan ni las gracias por tu esfuerzo es porque se la tendrías que haber dado tu a ellos por ofrecerte la oportunidad de ganar experiencia. Experiencia por aquí, experiencia por allá… ¿No os pasa que cuando decís mucho una palabra acaba por perder su sentido? Pues con esta pasó hace ya tiempo.
Pero… ¿Os habéis preguntado alguna vez qué es la experiencia y por qué es una cualidad tan bien valorada socialmente? La explicación es que las empresas y el personal de recursos humanos lo ven como un modo de no fracasar en el intento de elegir a sus candidatos ideales: si tienes experiencia es porque has trabajado antes, si has trabajado antes se supone que puedes mostrar y explicar tu trabajo y, de este modo, la empresa puede pensar que sabe si se equivoca o no eligiéndote antes de que hayas podido siquiera parpadear dentro del lugar de trabajo.
La paradoja es que cualquier persona que haya cursado unos estudios superiores, sean del tipo que sean, acaba su formación a los veintidós años aproximadamente. Eso en el caso de que la persona en cuestión no haya querido estudiar más: llamadlo máster, segunda carrera, tesis doctoral o un largo etcétera de posibilidades. O que haya querido disfrutar de un año sabático. Sin embargo, muchos responsables en recursos humanos esperan que con veinte y pocos años ya seamos profesionales experimentados, con una larga trayectoria y un portafolio lleno, no de trabajos, sino de éxitos y empresas montadas.
Permitidnos cuestionar este planteamiento. Ya sabéis cuánto nos gusta esto de cuestionarnos todas las cosas…
Vale, estamos de acuerdo, la experiencia es importante. Pero cuando la buscamos a toda costa estamos renunciando a la inexperiencia. Y resulta que esta puede ser un muy buen punto de partida cuando lo que quieres es innovar, crear y repensar todo lo que hasta al momento habías dado por sentado. Y es que la inexperiencia es una falta de ejecución y resultados tangibles, pero no de conocimientos, capacidad o profesionalidad.
Si posees un alto grado de conocimiento sobre una disciplina pero no lo has concretado en sistemas o métodos, abres un mundo de posibilidades que facilita la evolución y la mejora de los sistemas y métodos que se utilizan en una determinada empresa. Cada nueva incorporación de una persona “sin experiencia” debería ser una oportunidad para que las organizaciones se planteen si lo están haciendo bien y si hay modos de mejorar lo que hacen. Pero para ello, además de contratar a estas personas, no olvidemos que también habrá que escucharlas.
Así pues, la falta de experiencia puede ser una de las mejores formas de conectar con el mundo exterior –el que rodea a la organización– y actuar de una manera más adecuada y coherente con las necesidades de la sociedad. Y es que en el mundo de la experiencia no todo es perfecto. Al menos, no lo es cuando la palabrita mágica se confunde con “inmovilismo”, hecho que, desgraciadamente, pasa en más de un caso.
Hay muchas cosas que deberíamos replantearnos de la cultura empresarial. Por ejemplo, la urgencia de complementar la imperiosa necesidad de rentabilidad y resultados con una gestión estratégica, la asunción de riesgos y la priorización de la formación y la educación para los empleados. Para ello, lo primero es comprender que la experiencia no nace en los árboles. No se cultiva ni se come. La experiencia se adquiere cuando se trabaja. Y no dar trabajo por falta de experiencia introduce a las personas en círculos viciosos y a las empresas en estados estáticos poco prometedores.
Por tanto, desde Talentum elBulliLab animamos a las empresas a ver la inexperiencia como una oportunidad y, a los jóvenes, a explotar al máximo vuestra inexperiencia y convertirla en un punto a vuestro favor.