Actualmente, utilizamos la palabra “innovación” prácticamente como si se tratara de un comodín. Es un término que queda muy bien, así que, casi sin darnos cuenta, lo insertamos en cualquier momento en el que queremos otorgar relevancia a nuestras palabras. Y aunque sería fantástico que todo pudiera ser innovador, la realidad es que si todo lo fuera, nada lo sería.
Entonces, ¿cuándo podemos hablar realmente de innovación? ¿Qué es aquello que puede ser calificado de innovador?
Según la Real Academia Española, “innovar” es “mudar o alterar algo, introduciendo novedades” o “volver algo a su anterior estado”. El segundo significado es muy interesante. En un primer momento, nos puede parecer completamente opuesto a lo que entendemos normalmente por innovar, pero la realidad es que la innovación está completamente relacionada con los antecedentes de aquello sobre lo que queremos innovar. De hecho, Ferran Adrià siempre dice que si no investigas, si no profundizas en los orígenes y la evolución de aquello sobre lo que quieres innovar, puede que vuelvas a inventar la pólvora.
Innovar es un proceso muy complejo, en el que se debe empezar por hacer un análisis exhaustivo de todo lo que ya existe, ver su funcionamiento, cómo ha evolucionado, así como estudiar los problemas y las oportunidades en las que basaremos la novedad. Para llevar esto a cabo de la manera más eficiente, en elBulliLab se está desarrollando una metodología de trabajo que pretende reorganizarlo todo: Sapiens.
Sapiens parte, precisamente, del problema de que la desorganización y la gran abundancia de información que encontramos en relación al mundo de la gastronomía entorpece la innovación en este campo. Por tanto, Sapiens es una innovación en sí misma, que quiere ayudar a mejorar la innovación y, en general, las posibilidades de conseguirla.
En este punto, es importante distinguir entre novedad e innovación. Y es que muchas veces decimos que algo es innovador cuando simplemente es nuevo. La innovación no solo implica que sea la primera vez que lo vemos, sino que resuelva un problema, gracias a haber pasado previamente por un examen exhaustivo de su pasado y sus posibilidades.
Puede que esta reflexión os parezca poco relevante, pero cuando te mueves en entornos como el de elBulliLab, te das cuenta de lo importante que es utilizar las palabras con propiedad. No es por un tema de pedantería, sino porque esta es la única manera de otorgarle el valor que se merece a cada uno de los detalles que se tienen en cuenta. Y no son pocos.
Más de una vez habréis oído que el éxito es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Si lo aplicamos a la innovación, podríamos añadir que sin el 99% de transpiración, la inspiración se queda en 0. Y sin embargo, ese 1%, esa punta del iceberg, es lo que más se va a valorar desde fuera. Se hace patente pues, la necesidad de que la sociedad comprenda lo importante que es el resto del hielo, sumergido en el agua, invisible para el ojo, pero esencial para que podamos decir con total convencimiento “sí, esto es una innovación”.
Es labor de los profesionales que se dedican a la innovación darle la importancia que se merece a esta tarea, gracias a la que las empresas son capaces de generar valor añadido, mejorando sus productos y servicios para, finalmente, mejorar el funcionamiento de la sociedad.
No, en la innovación no vale cualquier cosa. No se acepta “innovación” como animal de compañía.